No falta quien piense que la lactancia exclusiva es un egoísmo de la mamá y que es injusto con papá porque él no puede pasar tanto tiempo con su bebé. Por supuesto que no hay nada más lejos de la verdad, porque si hay algo que no es egoísta, es amamantar. ¿Cómo podría serlo? Es dedicarse con todo el amor posible a esa nueva personita que vino a llenarnos la existencia.
Cuando mi primera bebé tenía 5 meses, hicimos un viaje largo y me hizo agradecer profundamente haberme comprometido con la lactancia materna. En el avión había otras mamás pidiendo agua caliente y llenando biberones, y la verdad que no las envidié para nada. Sus bebés lloraban mucho mientras esperaban. En cambio, yo sólo tenía que dar pecho para que mi bebita estuviera bien. Tanto así que muchas personas en el avión no notaron que ella estaba hasta que aterrizó y nos vieron levantar de la silla.
Hay siempre una primera vez para todo en la maternidad y una de las que no me gustó fue la primera vez que mis bebés sufrieron de resfriado o se enfermaron de gripe. Sentir su diminuta nariz congestionada y verlos querer amamantar, pero soltarse porque no pueden respirar bien, es realmente frustrante.